Las dos orillas


De todos es bien sabido que no existe ningún río que atraviese la ciudad de Jaén de este a oeste o de norte a sur (a pesar de las últimas lluvias y de que algún laureado estudiante aún no haya acertado a descubrir algo más entre el botellón de la Renfe y Las Lagunillas). Sin embargo, Jaén cuenta desde hace algunos años con dos orillas bien diferenciadas.
Tiene Jaén una orilla amable y cálida que serpentea entre los meandros de su casco antiguo. Una orilla, que entre malogrados adoquines y acerados caprichosos, se muestra hospitalaria con sus gentes. Una orilla donde las plazas de antaño se han convertido en los nuevos mentideros que al abrigo de copas, cañas y tapas lanzan un brindis al sol.
Hay otra orilla postmoderna que se despeña hacia el cielo gris industrial con un gran parque donde juegan a ser felices los jóvenes amancebados y de la que no tengo ni puta idea de cómo definirla porque no la conozco.
Y como buena ciudad que se precie de tener dos orillas, también tiene a sus benditos que la frecuentan y que no quieren oír hablar de la otra. Los de la orilla vieja son poco dados a coches y otros artilugios de motor y se resisten a mojarse los pies para cruzar el río; ¡Paqué!, piensan. Viven lo más cerca posible del casco antiguo y se duermen con el sonido del carromato que recoge la basura por sus estrechas calles. Los de la nueva orilla... yo que sé, dormirán cuando cierre el Carrefour.
Y así es como se presenta el famosete siglo XXI para Jaén: con un sólo equipo de fútbol (menos mal), sus cervecicas, sus tapicas, sus cada vez menos cuestecicas, su San Lucas, su Virgen de la Capilla, las sardinicas de Santa Catalina y la noche de San Antón. Pero eso sí, con dos orillas bien distintas.
A que nos quitan lo bailao.

Emigrantes andaluces, votos catalanes

"Esto es campaña electoral pura y dura", comentaba un vecino de Cabra mientras el conseller en cap y candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat, Artur Mas, se dirigía a un grupo de vecinos y de emigrados a Calatuña en la celebración del Día del Egabrense Ausente.
Cuando Mas comienza a hablar, María de la Sierra Pérez, que lleva 40 años viviendo en Santa Coloma de Gramanet junto a su esposo e hijos deja la servilleta y el tenedor y escucha atentamente las palabras del invitado de honor. "Es muy guapo", comenta. Como la mayoría de los emigrantes andaluces asegura que no habla catalán, aunque dice entenderlo una "mica".
Entre el zumbido cadencioso de los abanicos, los platos de espinacas con garbanzos y salmorejo y el humo de algún que otro "Coiba", Mas, que fue invitado ayer por el alcalde andalucista de Cabra, Ramón Narváez, para homenajear a los casi 12.000 emigrados egabrenses que cada año para las Fiestas de Nuestra Señora de la Sierra regresan a su tierra, advirtió al socialista Pasqual Maragall, de que "cualquier intento de dividir a los catalanes por su origen o por sus apellidos está condenado al fracaso". Y añadió: "Cataluña somos todos". Con estas palabras respondía a la acusación del presidente del Partido Socialista de Cataluña (PSC), que recriminaba a CiU de hacer distinciones entre los catalanes de origen y los de adopción.
Estaba claro: el acto de hermanamiento entre andaluces y catalanes tenían un cierto tamiz electoralista. A casi mil kilómetros de su tierra Mas dejó muy claro que era nacionalista catalán y que se sentía orgulloso de ello. Arropado por el alcalde de la localidad, Ramón Narváez; el consejero de Turismo y Deportes de la Junta, Antonio Ortega, y el portavoz de los andalucistas en el Parlamento Andaluz, José Calvo, el conseller en cap instó al PSC a defender un proyecto catalán que cuente con los 6’5 millones de catalanes, de los que se calcula que un millón son andaluces, "sin tener en cuenta su procedencia".
También se refirió al cambio que se ha producido en la sociedad andaluza, "que ya no necesita emigrar en busca de un trabajo" y subrayó, que esta circunstancia ha sido posible gracias a los andaluces, que en su día apoyaron el Estatuto de Autonomía y a la labor de políticos como los que le acompañaban en el acto. Sin embargo, en estos días, 15.000 españoles parten a Francia a vendimiar, de los que cerca de 10.000 son andaluces. Y en los andenes del tren ningún representante de la Junta ni de ninguna administración los despide.
Mas explicó a los asistentes al acto que la realidad catalana y su país se ha forjado gracias a su "historia milenaria", a la Revolución Industrial de finales del sigo XVIII y principios del XIX y a la aportación de la inmigración de hace 40 años, "que ha sido la tercera gran corriente de fondo en su estructuración y progreso".

Una Andalucía sin forasteros

Por su parte, el consejero de Turismo y Deportes de la Junta y secretario general del PA, Antonio Ortega, recordó las palabras de Blas Infante en las que decía que "en Andalucía no hay forasteros". Con esta cita, Ortega agradecía la visita del candidato de CiU a Cabra y a Andalucía y le devolvía la hospitalidad que "Cataluña ha prestado durante todos estos años a los andaluces".
Antonio Ortega no quiso ser menos nacionalista que Mas y aseguró que por su tierra no "parte peras por nadie", a la vez que defendía el contacto entre las comunidades sin la necesidad de "intermediarios que encarezcan las relaciones", en clara referencia al Gobierno central
El alcalde, el más vitoreado de todos, también tuvo su momento de exaltación y agradeció la acogida catalana a los emigrantes andaluces y su adaptación a la tierra que les dio trabajo en momentos difíciles de la historia de España.
Tras los breves discursos, los asistentes volvieron a desenvainar tenedores y servilletas y dieron buena cuenta de los platos típicos egabrenses. Políticos y emigrantes compartieron mesa y conversaciones, pero los verdaderos protagonistas eran aquellos que durante unos días habían vuelto a encontrarse, como cada año, con su "otra" tierra, con sus familiares.

Una fiesta con un fondo triste

El conseller en cap, Artur Mas estuvo acompañado en su visita a cabra por un egabrense que emigró a Cataluña cuando tenía 12 años junto a su familia. El presidente del Consejo de Trabajo, Económico y Social de Cataluña, Rafael Hinojosa, aseguró que tenía recuerdos desagradables de aquella época, aunque dijo sentirse estrechamente ligado a ella porque "es la tierra de mis antepasados y le deseo lo mejor".
Sobre la celebración del Día del Egabrense Ausente sostuvo que se trata de un acto digno pero con un fondo triste, "porque cuando se tiene que hacer una fiesta para recordar a los ausentes quiere decir que hay mucha gente desarraigada de su tierra por múltiples motivos".
Mantuvo que los andaluces han tenido una gran capacidad de integración y de colaboración para hacer grande a Cataluña, "que les ha devuelto esa aportación con posibilidades para progresar individual y colectivamente".
Sobre si se sentí más catalán o más andaluz, Hinojosa, manifestó que cuando desde el Gobierno central se presiona para dificultar el desarrollo de Cataluña, "te sientes mucho más catalán. Pero cuando estás más tranquilo –continuó- no olvidas donde naciste y cuáles son tus orígenes.
En cuanto al PA, afirmó que encarna "lo más íntimo de los andaluces, que es su libertad y su independencia". No obstante matizó que hay que dar tiempo a los andaluces para que se conciencien de que "son un país que requiere una atención específica" y que "no tienen que permitir que se le pongan cortapisas a su desarrollo, cosa que se ha hecho tradicionalmente".

Publicado en septiembre de 2003 en El Mundo de Andalucía.

Muertos en suelo extraño

Ni siquiera con la muerte pueden eludir el desarraigo. En España el fenómeno de la inmigración no sólo se enfrenta a los problemas de la legalidad y los permisos de trabajo. Practicantes de otras religiones y ateos deben decidir en sus últimos días dónde quieren ser enterrados. Paradójicamente, su viaje en busca de una vida mejor concluye como muchas veces empieza: con las trabas que impone una sociedad con una cultura y religión distintas.
Para la comunidad islámica, la ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España reconoce el derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos islámicos en los cementerios municipales, así como el derecho a poseer cementerios islámicos propios. En este sentido, la normativa explica: "Se adoptarán las medidas oportunas para la observancia de las reglas tradicionales islámicas, relativas a inhumaciones, sepulturas y ritos funerarios que se realizarán con intervención de la comunidad islámica local". Asimismo, añade: "Se reconoce el derecho a trasladar a los cementerios pertenecientes a las comunidades islámicas los cuerpos de los difuntos musulmanes, tanto los actualmente inhumados en cementerios municipales como los de aquellos cuyo fallecimiento se produzca en localidad en la que no exista cementerio islámico, con sujeción a lo dispuesto en la legislación de régimen local y de sanidad".
Sin embargo, para los inmigrantes, la ley se ha convertido en papel mojado en relación a la posibilidad de disponer de un espacio adecuado a sus tradiciones funerarias en los cementerios municipales.
La delegación andaluza de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (Atime), calcula que en Andalucía viven unos 200.000 inmigrantes (un millón en España). En la actualidad sólo existen dos cementerios musulmanes en la comunidad, uno en Granada y otro en Sevilla. El presidente andaluz de Atime, Kamal Rahmouni, asegura que las instituciones dan la espalda al fenómeno de la inmigración en lo que a enterramientos se refiere, por lo que la mayoría opta por la repatriación. "El noventa por ciento de los inmigrantes que fallecen en España son repatriados por sus familiares", afirma. El coste del traslado, dependiendo del país de origen del fallecido, puede costar entre 1.200 y 3.000 euros. "El drama es doble, ya que además del dolor por la muerte de un ser querido, la familia se enfrenta a un pago que está muy lejos de sus posibilidades económicas. Suelen afrontarlo –continúa- mediante préstamos y con las donaciones y ayudas que reciben de instituciones y mezquitas".
El presidente de la Asociación de Mauritanos de España, Cheikh Youva, asegura que no tiene conocimiento de que ningún inmigrante de su país haya sido enterrado en suelo español. Pero en algunas ocasiones los inmigrantes no tienen familiares en España. Entonces la situación roza el esperpento. "En muchos de estos casos –sostiene Kamal Rahmouni- son enterrados en el lugar donde han fallecido. He de reconocer que algunos ayuntamientos andaluces han colaborado cuando se han producido estas circunstancias".
La culminación del drama se pone de manifiesto con los cientos de inmigrantes que mueren en el Estrecho. "Los camposantos de Algeciras y Tarifa son una referencia obligada. Cientos de cuerpos están enterrados en su suelo con una única leyenda: el número de la diligencia judicial", indica el presidente de Atime.

El "corralillo" civil
El tener que ser enterrados en nichos en suelo bendecido por la Iglesia Católica es para los musulmanes una práctica contraria a sus preceptos religiosos. Lo consideran discriminatorio y es el principal motivo por el que optan por la repatriación. Sin embargo, en algunos cementerios españoles aún existe un espacio en tierra no bendecida destinado históricamente a la sepultura de los no creyentes, practicantes de otras religiones, suicidas o, en su día, las personas fusiladas durante la Guerra Civil y la Postguerra en España. Son los denominados "corralillos civiles".
El operario jefe de cementerios en Jaén, Joaquín de la Chica, apunta que hace años que no se hace uso del "corralillo civil" en la capital, que está situado en el antiguo camposanto, inaugurado a principios del siglo XIX.
"Ahora todo el mundo recibe sepultura en el nuevo cementerio, sea creyente o no". Afirma que las culturas orientales son las más reacias en ser enterradas fuera de sus países de origen. "En los cincuenta años que llevo como operario de cementerios en Jaén nunca se ha enterrado un oriental", recuerda. En el "corralillo civil" de Jaén, conocido popularmente como el "corralillo de los ahorcados" están enterrados algunos musulmanes que no fueron, o no pudieron, ser repatriados. En principio, la Iglesia lo destinaba para las personas que se habían suicidado, ya que no podían pisar suelo sagrado. Ni siquiera entraban por la puerta principal, sino por una que conducía al "corralillo". En el caso de los fusilados, De la Chica explica que solían ser ejecutados en la pared del cementerio y que después eran conducidos a una fosa común que se encontraba junto al "corralillo". El operario del camposanto jiennense recuerda el caso de un joven que se suicidó. "Llegó, me saludó y me ofreció un cigarro. Charlamos durante unos minutos y después visitó el cementerio. Yo lo notaba un poco nervioso –cuenta De la Chica. Finalmente se despidió y se marchó". A los pocos minutos la policía avisaba al operario de que un chico se había ahorcado en el transformador que se encuentra junto al cementerio viejo.

El entierro Musulmán
La práctica del entierro musulmán tradicional también difiere sustancialmente de la cristiana y es otro de los motivos por los que se elige la repatriación. Los familiares deben obtener el certificado de defunción y el permiso de inhumación antes de preparar al fallecido para el ritual islámico. En primer lugar hay que bañar el cuerpo sin vida. Es un precepto islámico y, por tanto, una obligación de la comunidad. El objetivo de este baño es principalmente estético, una forma de presentarlo a aquellos familiares que lo despedirán. El ritual debe llevarlo a cabo una persona de su sexo y el cónyuge, preferiblemente. Una vez lavado se procede a amortajarlo. La mortaja debe ser una prenda o trozo de extensión suficiente para envolver todo el cadáver. La tradición profética recomienda utilizar tres paños blancos (sudarios) para el hombre y dos paños y más de tres elementos complementarios para la mujer, pero advierte contra el encarecimiento y la ornamentación.
La plegaria fúnebre debe realizarse de pie, calzado, sin inclinación ni posternación. Puede hacerse en una mezquita, en un salón, o bien en el solar del cementerio. En cuanto a la inhumación del cadáver, el suelo o la tierra del cementerio es la morada natural de los fallecidos según el Corán, que dice que es en este lugar donde se completa el ciclo vital del hombre. La incineración no es aprobada por ninguna escuela jurídica islámica, al igual que las bóvedas, mezquitas y tumbas. Consideran reprobable ser enterrados con ataúd o con elementos de valor.
Publicado en julio de 2003 en El Mundo de Andalucía.