Que gasten los miserables

Se me ocurre ahora, en estos tiempos en que nuestras empresitas malheridas (porque las empresotas nunca fueron de estas latitudes) quieren que sus empleaditos (a pesar de que muchos rondemos los cien kilos) juren con la diestra sobre la razón social de su limitada o anónima sociedad, que ya va siendo hora de que todos aquellos que hace apenas un año se ufanaban de sueldos, segundas viviendas, cochazos y copiosos almuerzos en restaurantes a los que ahora se les llenan de polvo las estrellas Michelín, se rasquen los bolsillos y comiencen a gastarse los tres mil euracos que siguen cobrando cada mes, esté la crisis o no.
Que dejen (¡malditos miserables!) de apagar los aires acondicionados de sus coches cuando suben el Puerto Carretero para ahorrarse un poco de gasoil y que vuelvan a comprar los jamones de Pata Negra en lugar de las paletillas de 19’9 euros del Mercadona. Que dejen (muertos de hambre ocasionales) de engordar las cuentas bancarias de quienes antes daban pan a quien no tenía dientes y ahora cobran hasta por el agua estancada para que se acabe de una vez esta maldita crisis y no se haga más hondo el socavón del desempleo. Porque mucha culpa de esta situación la tienen quienes cacarean cada mañana en su café diario, sin tostada ahora (consumidores del puño cerrado), que hay que ver cómo está el país, mientras se apresura dando los últimos sorbos a la taza, no vaya a ser que entre algún conocido y se vea en el compromiso de invitarle. Son ellos (catedráticos de la miseria humana) quienes tienen arruinado a mi pobre carnicero, relojero, tendero y hostelero con la inestimable colaboración de nuestros politiquitos (los politicazos también se dan en otras latitudes). Por eso se me ocurre ahora, que cada vez que veamos a uno de ellos, los de las nóminas vitaminadas, le reprochemos su mezquindad y usura y les dejemos las cuentas de las tostadas de jamón y queso para que, de golpe, alivien nuestro insaciable apetito y la caja registradora del mesonero, que ayer daba vueltas en la cama pensando cómo le diría a su camarero que hoy no volviera al trabajo.