SOS para los ayuntamientos

Lo de la política y la gestión de lo público es como las adicciones, que es necesario tocar fondo para rehabilitarse y cambiar de rumbo. Desgraciadamente nuestros políticos aún no han tocado fondo. Normal, por otra parte, porque aunque les falta dinero para gestionar, en su casa no han dejado de entrar 3.000 euracos cada mes (los que más por los que menos) y si los ciudadanos decidimos aplicarles un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), cuando lo ven venir, avivan el ingenio y se recolocan todos, que si en un consejo consultivo, que si en una dirección general, que si en una gerencia de fundación: en toda la red secundaria de servilismo político que los partidos han creado en los últimos 30 años. Por eso cuando vienen los que no estaban tienen menos problemas para hacer recortes, que son imprescindibles en la situación actual.
Tan imprescindibles como abordar de una vez por todas una nueva descentralización hacia los ayuntamientos, porque los árboles no nos están dejando ver el bosque. No es cuestión de restar dramatismo a la situación de las arcas del Estado y de las comunidades autónomas, pero sinceramente, en tiempos como los que estamos pasando, en los que cuesta la vida llegar a fin de mes, los ciudadanos podemos pasar sin que terminen autovías, altas velocidades y estaciones espaciales. Sin embargo, no podemos soportar la ruina de nuestros ayuntamientos, a los que la democracia les ha negado hasta el amparo de la limosna. Es necesario salvar a los ayuntamientos de este país, que derrocharon y asumieron competencias que no les pertenecían al abrigo del ‘boom’ inmobiliario. Porque si los ciudadanos no podemos irnos de viaje a París o Nueva York, si dos días a la semana dejamos el coche en casa porque no podemos pagar la gasolina, al menos, que cuando salgamos a la calle la encontremos limpia, que podamos ir a hacer deporte porque la compañía eléctrica no ha cortado el suministro a las instalaciones municipales, que tengamos una mínima programación cultural, que no se sequen los jardines y que los parques estén cuidados. Lo mínimo, lo imprescindible. Porque si nuestras ciudades se parecen cada vez más a los campamentos de refugiados, no pasará mucho tiempo hasta que alguien crea que con una pistola tal vez pueda arreglarse algo.

En la oposición también se trabaja

Ya ha pasado un tiempo prudencial (más de seis meses) para poder hacer en voz alta una pregunta: ¿dónde está la oposición municipal del PSOE? Vale, de acuerdo que el varapalo fue grande, que el PP consiguió la representación más amplia de su historia en el Ayuntamiento, que ha habido que organizar un grupo municipal, que el número uno y dos del anterior equipo de Gobierno buscaron acomodo en otras administraciones o en sus puestos de trabajo y que las aguas andan revueltas en la casa socialista de la capital; pero son cinco las personas que están liberadas total o parcialmente cobrando un sueldo que sale de lo que no tienen los jienenses, de lo que no tiene el Ayuntamiento. Cinco liberaciones, más lo que le corresponde al Grupo Municipal Socialista, como al resto de grupos, cada mes y que generalmente se destina para gastos una parte y la otra, las más de las veces, por no decir todas, se reparte entre los concejales electos.
Por tanto, al igual que es necesario exigir al equipo de Gobierno que gestione los recursos municipales e invierta en el bienestar de la ciudad, es necesario también exigir a la oposición que ejerza su labor de fiscalización de las actuaciones del gobierno y que trabajen. Son demasiados los ciudadanos (cada vez más) que trabajan toda su jornada, toda la semana, todo el mes y no cobran. Y muchos los que no tienen trabajo. Tantos, que chirría ya el silencio de la oposición, del Grupo Municipal Socialista con el ruido de fondo de los sables en el PSOE local y el aparato provincial saliendo de vez en cuando a apagar los fuegos que no mitiga el tiempo.
Al igual que se le exige a todos los trabajadores un horario y que cumplan con su labor, es necesario exigir a los políticos que ejerzan la responsabilidad que le otorgaron las urnas, que bien que les gusta quejarse de las muchas horas que trabajan y de lo injustamente que les trata la sociedad.