Imágina Funk: el festival soñado



En diciembre de 2003, el secretario de Estado Collin Powell, bromeó con James Brown en un encuentro informal pidiéndole que amenizase las largas reuniones diplomáticas. “Abuelo, te nombro secretario del soul y canciller del funk”. Habían pasado casi 40 años desde que el de Carolina del Sur, con su "Papa's got a brand new bag" consolidara un nuevo estilo, larvado en los cálidos locales de Nueva Orleans. Menos tiempo, tan sólo cinco años, ha necesitado el festival Imágina Funk para convertirse en el referente del funky a nivel nacional e internacional.

A priori, la fórmula es sencilla. Se busca un sitio adecuado, por ejemplo, Torres, en Sierra Mágina; se reúne a un grupo de profesionales; se contacta con algunos de los mejores grupos que se mueven en el circuito; se consigue el apoyo institucional y el soporte económico necesario y se programan dos jornadas de actividades y música con una cuidada promoción previa. El restultado es un festival, pero Imágina Funk es mucho más.

Cada nota, cada ritmo que ahoga la melodía, cada compás, cada rincón de la mágica sierra, cada alma, cada pie, cada mano, cada mirada sorprendida, cada acento, cada gota de agua, tanta llama encendida, tanta ilusión sofocada y tanto trabajo sincero, del que nace de las entrañas, hacen de Imágina Funk el festival soñado.

No descubriré nada si digo que no nació este cuerpo mío (y no es un eufemismo lo de cuerpo) para los festivales. Tampoco, si confieso que no es el funk el estilo con el que más se muevan mis pies (que a veces se mueven, créanme). Pero este fin de semana he estado en un FESTIVAL. En el festival que sueña todo el mundo. Pocas citas estivales de la cada vez más saturada agenda musical consiguen alcanzar la armonía que ha logrado Imágina Funk en cinco años. Esta cita es a los festivales, lo que ‘Ciudadano Kane’ a la Historia del cine. Cada año miles de personas viajan a Torres para escenificar una liturgia en estado puro. Imágina Funk no es un gran conjunto de reuniones que interactúan bajo la batuta programada de la música. Imágina Funk es el todo, es el átomo compacto al que su creador no ha permitido que los gurús del negocio descubran sus protones, electrones y neutrones. Imagina Funk es una masa ingente de felicidad, de esperanza y de humildad. La misma que respira su director, Juan Ramón Canovaca, que ha sabido encauzar todo el talento del mejor grupo de profesionales en un noble ideal y que anoche (4 de agosto) se emocionaba tanto como Sitoh Ortega, el corazón gráfico de Jaén, cuando recibió otro homenaje (el primero fue en el padre de los festivales, Etnosur) por sus treinta años de trabajo.

Y por su puesto hubo música. Funky. Secciones de viento y mucho ritmo. Suficiente para llenar el corazón de todos los que nos acercamos a vivir el festival soñado. Ahora sólo queda esperar que vuelva el Lagarto y el jazz de Millán. Eso fue parte de lo vivido, de lo hallado. El resto, no son más que mis alegrías y tristezas, mis anhelos y mis miedos. Mis amigos.